Blog de Arizaldo Carvajal Burbano. Profesor Titular Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad del Valle, Cali -Colombia. Este blog nace como un aporte a la formación y a la socialización de conocimientos en estos campos.
En
el verano del año pasado, en Madrid, me llegó –vía correo electrónico- una
invitación del profesor Jaume Peris, del Grupo de Investigación “Cultura y
Desarrollo” de la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la
Universidad de Valencia-España, para participar en la construcción de un libro que abordara el desarrollo desde diversos
campos, desde diversas disciplinas académicas. Era un libro colectivo, en el
que escribiríamos autores españoles y latinoamericanos.
Debo
señalar que esta amable invitación, unida a un reconocimiento de mi trabajo en
el campo del desarrollo, me animaron a participar en esta aventura, y escribí
un capítulo (artículo) titulado “Miradas sobre la relación desarrollo-cultura”,
el cual puse a consideración de la editora, la profesora Nuria Girona, con
quien también mantuve una cordial correspondencia.
El
libro LA CULTURA EN TIEMPOS DE DESARROLLO: VIOLENCIAS,
CONTRADICCIONES Y ALTERNATIVAS acaba de salir a la luz (Noviembre de
2012), en una bonita edición de la Universitat de Valencia. El índice es el
siguiente:
“Este
libro recoge las colaboraciones del grupo de investigación Cultura y desarrollo
que se constituyó a partir de la concesión de un Proyecto de Investigación
Precompetitivo y un Proyecto de Innovación Educativa, ambos concedidos por la
Universitat de València en el año 2009.
Como
filólogos, los integrantes de este equipo acusaban un llamado al “desarrollo”
cada vez más imperante en distintos campos. En las políticas públicas de
investigación, percibían cómo el término saltaba cada vez con más frecuencia pero
sin pistas sobre cómo abordar las manifestaciones culturales que se generan en
sus procesos; en la reforma de los planes de estudio, la carrera docente o la
política cultural de nuestro país, el vocablo se imponía y su valor se daba por
supuesto; con frecuencia aparecía asociado con la innovación tecnológica, el
crecimiento económico, la competitividad, el bienestar, el avance y, en
definitiva, con una idea de progreso que sigue concediendo una importancia
capital al ingreso como fórmula para lograr estos objetivos.
¿A
qué somos convocados en este llamado? ¿En dónde queda, en ese contexto, lo que
siempre ha sido nuestro objeto de estudio, la literatura o el cine? ¿Qué decir,
desde nuestro saber, sobre las producciones que promueven determinadas
representaciones del “desarrollo”?
Se
trataba de pensar este concepto a partir de un campo (el cultural) problemático
en su estatuto científico, en su particular productividad y en su dudosa
innovación. Habitualmente abordado por las ciencias sociales o la teoría
económica, su reflexión resultaba extraña en el área de las humanidades.
Sin
embargo, en su acercamiento a los debates contemporáneos que revisaban
distintos paradigmas del desarrollo y su relación con la cultura (bien a partir
de la necesidad de abordarlo desde una perspectiva integral o bien de
reconducirlo hacia el desarrollo social), el grupo constató que los temas y
problemas que se discutían en otras disciplinas académicas no les resultaban
tan extraños. Desde la antropología se planteaba la dimensión discursiva del
concepto de desarrollo y se invitaba a su deconstrucción; su definición en
tanto práctica de poder no difería mucho de cómo la crítica poscolonial describía
los procesos de dominación; muchas de las polémicas que enfrentaban a
economistas y sociólogos coincidían con las que desencadenaran los estudios
culturales: la recuperación de las culturas populares en tanto formas de
resistencia, la relación entre identidad y cultura, la inclusión de las
industrias culturales como objeto de estudio, etc.; las apreciaciones en torno
al patrimonio o los museos como motor de crecimiento que se proponían desde el
área de la gestión cultural evocaban las polémicas en torno al canon literario,
así como la necesidad de incorporar a los índices de crecimiento variables como
el género, la etnia o la clase convergía con las últimas tendencias de la
crítica literaria.”
NURIA
GIRONA FIBLA, JESÚS PERIS LLORCA, JAUME PERIS BLANES, ANA MONLEÓN DOMÍNGUEZ,
ANNA BRÍGIDO COCHARÁN, BEGOÑA POZO SÁNCHEZ, ANTONIO MÉNDEZ RUBIO, GEMA PALAZÓN
SÁEZ, MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ GARCÍA
Esperamos
que este significativo libro aporte a la comprensión de la cultura “en tiempos
de desarrollo”; a ahondar en los discursos y prácticas del desarrollo.
La relación arte-desarrollo comunitario, arte-intervención
social, está adquiriendo gran importancia y significado para potenciar procesos
de cambio social. El papel transformador del arte, a nivel individual y
colectivo, está siendo estudiado en algunos espacios académicos, y aplicado por
organizaciones comunitarias.
"El arte es un modo de comprender y de actuar que abarca la totalidad
de la experiencia humana. El artista no se limita a crear objetos bellos (de
valor estético) sino que está asociado a las más diversas formas de acción,
concibiendo técnicas, representaciones e instituciones que expresan el medio
social en el cual desarrolla su actividad. Esta creación artística integral
tiene como finalidad reproducir, a través de una relación simbólica, algunos
aspectos de la realidad (la naturaleza, la vida social o la vida psíquica);
nadie discute actualmente el fundamento 'real' de toda representación artística".
Se dice que “El ARTE hace personas más
sensibles y críticas; MEJORES SERES HUMANOS”. Y en palabras de Mario Mendoza, en
Buda Blues, “Todo a nuestro alrededor
está diseñado para embrutecernos, para mantenernos empantanados en una
mediocridad afectiva, moral, política, intelectual y física. Sólo la lectura y
el arte nos podrán salvar de la imbecilidad general”. Y, cuando la realidad se
hace insoportable –como lo expresa Vargas Llosa- la única salida es el arte.
Este libro “Arte,
intervención y acción social. La creatividad transformadora” (2011), coordinado
por Ángeles Carnacea Cruz y Ana Lozano Cámbara nos da buenas pistas para mirar
la relación del arte con la intervención social. Este es de aquellos libros que gustan porque
en él “habitan personas, que están vivos, en los que entrevemos a alguien abriendo una ventana o una puerta,
generando posibilidades siempre desde la emoción”. Y el arte debe hacer que nos
peguntemos cosas, sobre nosotros y sobre la sociedad que nos acoge. “Contemplar
la producción artística de otros es un ejercicio de autoreflexión, de
introversión, de mirarnos a nosotros y mirar a los otros y a la sociedad
críticamente”. Expresan:
“Desde
el marco de referencia que elaboran y sobre el que nos animan a reflexionar
Carmen Olaechea y Georg Engeli en el capítulo que abre el libro, nos hablan de
las dos posibles miradas con las que miramos la realidad de la que formamos
parte, una mirada desalentada que no ve ni tiene confianza en los pequeños
cambios que suceden cada die en nuestras vidas y que pueden tener un impacto
social; y una mirada marcada por la esperanza y que cree que la transformación
social depende, como punto de partida, de lo que cada uno de nosotros y
nosotras aporta. Ambas miradas evalúan la interrelación entre las personas y
sus comunidades. Los dos autores, desde Argentina, nos colocan en el contexto
necesario para poder hablar de transformación social a través del uso de
lenguajes artísticos, en el mundo de la intervención y la acción social”.
“No
cambiamos el mundo, no nos proponemos cambiar el mundo, sabemos que no podemos
cambiar el mundo, y no vamos a engañarnos, todos lo hemos intentado alguna vez.
Somos nosotros los que cambiamos cuando somos capaces de deconstruir la
realidad, de mirarla con otros ojos. Desde ahí, desde esa actitud, desde ese
posicionamiento, buscamos y generamos posibilidades, oportunidades. La esfera
inmediata de nuestras vidas se transforma, nuestros mundos se transforman. Ese
es el punto de partida de la creatividad transformadora del o que hablamos los
autores y autoras que escribimos en este libro, en el que subyace la idea de la
creación como nexo entre lo posible y lo imposible, como un territorio abierto
y lleno de nuevas opciones”.
Cuentan que durante
los últimos años, su implicación en el ámbito de la intervención social a
través de lenguajes artísticos como la poesía, la música, la fotografía y el
teatro, y la conexión y acción en red con numerosos profesionales y colectivos
de acción social que vienen, desde hace tiempo, empleando recursos artísticos
en su intervención, fue determinante para animarlas a realizar este trabajo de
acercamiento a personas, profesionales, entidades e instituciones que están
generando nuevas maneras de ver, leer y hacer en la realidad social, nuevas
maneras de ver-se, leer-se, hacer-se parte de la comunidad. “Con las
herramientas artísticas queremos mantener encendidas esas luces, para que como
dice Pessoa en uno de sus poemas, podamos
seguir confiando en que detrás de cada
ventana iluminada hay vidas, sueños y deseos”, expresan. “El arte como un recurso, como una herramienta, como un campo abierto,
un territorio desde y con el que trazar cartografías individuales y colectivas
nuevas, en el recorrido hacia lo que todos y cada uno de los que en este libro
escribimos llamamos, comunidades inclusivas”.
En otro aparte del
libro, Carmen Olaechea y Georg Engeli, manifiestan que:
“Hablar
de arte y creatividad en procesos de intervención y acción social supone, en
primer lugar, que hay situaciones para arreglar, y que nosotros podemos
hacerlo. Además, activa y pone en vínculo dos elementos esenciales de nuestra
naturaleza: lo comunitario como modo de estar en la vida, y lo simbólico como
modo de pensarnos en la vida. La propuesta presenta varios elementos que nos
distinguen como habitantes del XXI. Así, la referencia a la acción social trae
al sector social, un espacio de protagonismo nuevo en la sociedad; la
referencia a la intervención trae el entendimiento actual de que podemos
proponernos cambios en y desde los individuos y los colectivos; y la referencia
al arte y al poder transformador de la creatividad pone en escena el papel de
nuestras interpretaciones y el de la producción de lo simbólico como materia
prima para despertar ese poder”.
Añaden que los seres
humanos tenemos responsabilidad. Una responsabilidad que no significa nada más
que la facultad de responder a la vida por medio de un diálogo creativo entre
el mundo que habitamos, la comunidad a la que pertenecemos y nosotros mismos.
“Cuando nos negamos a ser creativos, no es solo nuestra creatividad la que
rechazamos sino la de la propia vida”. Todos los programas y actividades en
torno al arte y la creatividad manifiestan esta relación entre crear y
transformar.
Las autoras hablan de
tres esferas de nuestra vida:
-la realidad interior
–reino de las emociones, sentimientos, sensaciones, pensamientos, intuiciones
-la realidad exterior
–mundo de los hechos, los sistemas y las estructuras –fenómenos que nos rodean
-la de las visiones y
valores colectivos –imágenes colectivas más profundamente arraigadas, acerca
del universo, la vida y los seres humanos. En este ámbito anidan las
interpretaciones y respuestas que producen las comunidades hacia sus
realidades…y donde fundamentan su identidad histórica y cultural.
Y de diferentes
artes:
-el arte de
encontrarse con uno mismo. En búsqueda de la autenticidad
-el arte de
involucrarse. En búsqueda de acceso
-el arte de
pertenecer. En búsqueda de la apertura
-el arte de
entretejer. En búsqueda de la integración
Creatividad por medio
de lenguajes simbólicos, procesos artísticos y producciones colectivas que
favorecen la búsqueda, el acceso, la participación y el diálogo. Y todo esto
forma parte de la intervención social.
En conclusión, se
parte del “arte y transformación social a partir de tres premisas: la de que el
campo social es un espacio nuevo de protagonismo, la de que podemos proponernos
y generar cambios en y desde los individuos y colectivos y la de que el arte y
la creatividad tienen el poder de transformar nuestras miradas”.
En relación con la
comunidad, Maritza Montero (2007) expresa que como muchas de las palabras clave
en el campo de lo social, “comunidad” es un término polisémico, complejo y
confuso. Señala que igualmente es necesario destacar el aspecto dinámico, en constante transformación, de las comunidades.
Una comunidad, como todo fenómeno social, no es un ente fijo y estático, dado
bajo una forma y una estructura. Una comunidad es un ente en movimiento, que es
porque está siempre en el proceso de
ser, así como ocurre con las personas que la integran. Lo que permite definirla
es la identidad social y el sentido de comunidad que construyen sus
miembros y la historia social que igualmente se va construyendo en ese proceso,
que trasciende las fronteras interactivas de la comunidad y le otorga a veces
un nombre y un lugar en los sistemas de nomenclatura oficial e informales de la
sociedad. Este aspecto identificador ha sido ligado al de sentido de común y se
ha llagado a hablar de una identidad de sentido de comunidad.
Así, Montero presenta
un cuadro sobre los Aspectos
constitutivos del concepto de comunidad:
Aspectos
comunes, compartidos:
-
Historia
-
Cultura
-
Intereses, necesidades, problemas, expectativas socialmente construidos por
los miembros del grupo.
Un
espacio y un tiempo (Montero, 1998a; Chasis y Wandersman, 1990).
Relaciones
sociales habituales, frecuentes, muchas veces cara a cara (Montero,
1998a; Sánchez, 2000).
Interinfluencia
entre individuos y entre el colectivo
y los individuos (McMillan y chasis, 1986).
Una
identidad social construida a partir de los aspectos anteriores.
Sentido
de pertenencia a la comunidad.
Desarrollo
de un sentido de comunidad derivado de todo lo anterior.
Un
nivel de integración mucho más concreto que el de otras formas
colectivas de organización social, tales como la clase social, la etnia,
la religión o la nación (Montero 1998a).
Vinculación
emocional compartida (McMillan y chasis, 1986; León y Montenegro, 1993).
Formas
de poder producidas dentro del ámbito de relaciones compartidas (Chasis
y Wandersman, 1990).
Límites
borrosos.
FUENTE: Montero,
2007:200.
En su análisis,
Montero se refiere a la locación y
relación en la definición de comunidad, donde se define la comunidad como
“el conjunto de relaciones sociales que se encuentran vinculadas por un sentido
de comunidad”. Se comparten expectativas socialmente construidas, necesidades o
problemas que crean un sentido de grupo más o menos grande según circunstancias compartidas, y de esa
interacción surge un sentido de comunidad que está íntimamente ligado a una
identidad social comunitaria (p.203).
La autora toca otro
problema: la relación entre comunidad y sentido de comunidad. “Lo que ocurre es
que quizás se ha puesto demasiado énfasis en la noción de territorio, y en tal
caso es necesario advertir que el sólo compartir un espacio, un lugar, no
necesariamente genera una comunidad”. Expresa que en definiciones dadas desde
dentro de las comunidades se deben resaltar los siguientes aspectos que marcan
el concepto de comunidad:
La comunidad
como punto de encuentro. Ese punto es buscado por algún grupo de personas.
Y en ese punto está la coincidencia, el juntarse, el encuentro. Es decir,
la relación.
Integrarse con
el vecino. El encuentro no es
con cualquier persona, sino con los vecinos, lo cual señala implícita,
pero claramente, tanto un ámbito espacial como una relación cotidiana dada
por la mera cercanía espacial. Y remite, igualmente de manera implícita, a
un espacio específico en el cual se ha forjado una historia, un devenir:
el vecindario en estos casos.
El sentimiento
vocalizado de ser un nosotros.
En la conjunción del encuentro de vecinos surge la conciencia del
nosotros. y allí se reconoce el SdeC.
Relaciones
sociales estrechas que suponen solidaridad, ayuda, la seguridad derivada
de la confianza en los otros, la unión, el compartir lo bueno y lo malo.
La creación de
un espacio o ámbito tanto físico como psicológico de seguridad, de
pertenencia, donde los sonidos y las miradas establecen una suerte de
intimidad socializada. Pág. 205-206
Una comunidad,
entonces, -señala la autora- está hecha
de relaciones, pero no sólo entre personas, sino entre personas y un lugar que,
junto con las acciones compartidas, con los miedos y las alegrías, con los
fracasos y los triunfos sentidos y vividos otorga un asiento al recuerdo, un
nicho a la memoria colectiva e individual. Un lugar construido física y
emocionalmente del cual nos apropiamos y que nos apropia, para bien y para mal.
Krause (citado en
Montero, 2007:206-207) considera que hay un número mínimo de componentes que
permiten construir el concepto de comunidad o reconocer la comunidad en algún
grupo social concreto. Esos componentes son la pertenencia, la interrelación
y la cultura común.
Ahora, detengámonos en la concepción de desarrollo comunitario. Para Zárate (2007), en los últimos 40 años
hablar de comunidad, desarrollo comunitario y desarrollo de la comunidad se ha
convertido en un tema del que es difícil extraerse; se habla de él en los
principales espacios de reflexión teóricos y prácticos, y en toda intervención
micro o macro es un tema obligado. Estos conceptos siempre están presentes,
entre otras razones porque la realidad, siempre cambiante, da muestra constante
de la necesidad de abordarla de formas distintas.
De esto se desprende ahora –agrega Zárate- la necesidad de reflexionar en
el proceso de Desarrollo Comunitario como un modelo que debe considerar
aspectos tales como:
·Que el ser humano es
sujeto y objeto de su propio desarrollo; él lo origina y lo promueve.
·Que cualquier esfuerzo
de Desarrollo Comunitario debe estar estrechamente relacionado con los
planteamientos globales que en esta materia señala la política social.
·La comunidad debe ser
vista como un escenario donde la participación es el elemento clave, pues el
sujeto es un recurso estratégico e inteligente del proceso.
·La finalidad de
considerar así al sujeto es conseguir su mejoramiento en su calidad de vida.
·Por ello se hace indispensable
generar un proceso de capacitación que no solo informe sino que forme.
·A partir de ello,
favorece los sentimientos de arraigo y pertenencia, que es lo que finalmente
coadyuva a la participación de los sujetos.
·Finalmente es importante
considerar que es necesario generar metodología adecuada a las características
propias del escenario de intervención, pues si bien hay elementos generales de
la intervención, las partes específicas deben ser atendidas con la
particularidad que la misma requiere. (Zárate, 2007:200).
Lo anterior se resume en los 12 pasos que señala Phil Bartle (citado en
(Zárate, 2007) y que deben considerarse en todo proceso de Desarrollo
Comunitario:
1.Las comunidades tienen derecho a participar en las decisiones que afecten
sus condiciones de vida y trabajo.
2.Solo la participación en el poder de tomar decisiones es sostenible y
creativa.
3.La participación real requiere la intervención de la comunidad en todas las
fases de la mejora de la ciudad, pueblo o aldea: planificación, complementación,
mantenimiento y supervisión.
4.La participación se debe construir desde la igualdad entre los sexos, e
incluir a los jóvenes y ancianos.
5.El desarrollo de la capacidad esencial para promover la participación
equitativa entre mujeres, hombres y jóvenes.
6.Las comunidades tienen recursos ocultos que pueden impulsar el desarrollo
de la ciudad, pueblo o aldea. El desarrollo de la capacidad puede sacar a la
luz estos recursos.
7.Las comunidades son las primeras interesadas de entre todos los
protagonistas del desarrollo en identificar problemas y en el mantenimiento y
mejora de sus asentamientos.
8.La concienciación y el desarrollo de la capacidad pueden hacer que las
asociaciones entre las comunidades, ONG y autoridades municipales sean más
equitativas.
9.El desarrollo comunitario que planifican personas ajenas a la comunidad que
solo requiere de esta trabajo gratuito, no es bien aceptado por las comunidades
a largo plazo.
1 0.La planificación de la participación es uno de los elementos que con más
frecuencia se pasa por alto en Desarrollo comunitario.
11.La caridad hace a las comunidades dependientes de las ayudas
12.El Desarrollo Comunitario es una contribución esencial en la gestión urbana
global.
Para Mireya Zárate (2007) el Desarrollo Comunitario debe percibir al sujeto
como un recurso social estratégico de desarrollo y la comunidad como el
escenario donde ello ocurre. Visto así, el Desarrollo Comunitario debe
concebirse bajo un enfoque de innovación y creatividad donde se facilite la
consolidación de nuevos modelos de desarrollo comunitario. Esta idea más actual
del proceso supone visualizar al sujeto como un sujeto social, activo y
congruente con capacidades y recursos personales suficientes para superar las
condiciones adversas en las que se encuentra. “De aquí se desprende pensar en
la posibilidad de concebir al desarrollo comunitario como una estrategia de
cambio, lo que obliga a reflexionar y precisar sobre el tipo de cambio que se
espera. El desarrollo comunitario actual aspira
a generar procesos que resuelvan necesidades dentro de un marco de
desarrollo humanista que favorezca en los sujetos crecimiento equilibrado,
integral y armónico”.
Y, en estos “nuevos modelos de desarrollo comunitario”, el arte puede jugar
un papel fundamental.
***
EXPRESIONES ARTÍSTICAS:
Agarrando pueblo - Luis Ospina / Carlos Mayolo (1977) - Colombia.
Película Silencio en
el paraíso
No te salves -poema de Mario Benedetti
Teatro- Trailer Rosencrantz Y Guildestern Han Muerto de Tom Stoppard - Director: Gabriel Uribe-Universidad del Valle
El pasado viernes 14 de
septiembre de 2012, recibió el título de Doctor en Antropología un cómplice y amigo:
Javier Tobar.
Fue muy grato celebrar
este grado en su casa en Popayán, en unión de su familia, colegas y amigos de la Universidad
del Cauca, y varios invitados que estaban participando en el Seminario
Internacional Cauca: café con raíces, como José Luis Coraggio de Argentina, Víctor Toledo de
México, Rosangela Acevedo de Brasil…
A Javier lo conocí en el 2006 en el marco del Seminario Discursos y prácticas del
desarrollo global-local, al cual fui invitado como ponente. Esas charlas se
han prolongado por más de seis años, en unión de otros amigos, como Olver, Carlos, Enrique, Guillermo… Y siempre sintiendo su calidad humana y profesional.
Javier Tobar es Antropólogo de la Universidad del Cauca,
Popayán, 1998. Especialista en Docencia Universitaria, Universidad de Nariño, Pasto, 2003. Maestría
en Etnoliteratura, Universidad de Nariño, Pasto, 2003. Y Doctor en Antropología
de la Universidad del Cauca, Popayán, 2012.
Actualmente coordina la Maestría
en Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo de la Universidad del Cauca, donde
hay un compromiso ético-político por apuestas alternativas de desarrollo, por
un buen vivir.
Es autor y coautor de
diversos libros, entre los que se destacan:
Perdón,
violencia y disidencia, Editorial Universidad del Cauca, Popayán, 2004.
Javier también es director de diversos documentales, que muestran el Carnaval de blancos y negros en la ciudad de Pasto -Colombia; tema que trabajó para su tesis de Doctorado.